Hasta el viento puede cambiar de piel by Javier Malpica

Hasta el viento puede cambiar de piel by Javier Malpica

autor:Javier Malpica [Javier Malpica]
La lengua: spa
Format: epub
editor: SM de Ediciones S. A. de C. V.


15

LA POLICÍA LLEGÓ ESA MISMA TARDE. Mamá me regañó como nunca y me prohibió salir durante todas las semanas que me quedaran de vida. Lo mismo le pasó a Laura, y estaba por verse si a la misma Tania no le tocaba también su castigo. Mario estaba muy impresionado como para que sus tías lo reprendieran. Decidieron llevarlo a casa a descansar, pero no les fue fácil, ya que él no quería apartarse de la zanja hasta saber algo de su tía Estela. Sin estar convencido, se apartó de ahí con Vengador en sus brazos, que había sufrido una fuerte insolación tras corretear a los Escorpiones por muchos kilómetros.

Pero no sólo a Mario lo retiraron de ahí, también a Laura y a mí nos prohibieron estar presentes cuando la policía y los investigadores llevaron perros especiales y comenzaron a buscar en el cementerio de zapatos. Yo sólo escuché cómo las mujeres decían que se esperaban lo peor. Me imaginé a qué se referían y estuve de acuerdo en que no quería estar ahí.

Casi era de noche cuando supimos la opinión de la policía. Yo estaba en la casa con mamá, Érika, Laura y su mamá. Fue la maestra Brenda quien entró a darnos las noticias sobre lo que se había encontrado: nada. No habían hallado nada. Sólo zapatos y unos cuantos pétalos de flores del desierto. Todo era un enorme panteón de zapatos. La maestra Brenda se veía furiosa:

—El estúpido del detective dice que no hay pruebas de que esos zapatos pertenezcan a las desaparecidas y que bien podría tratarse sólo de un basurero. Dice que tal vez el mismo desagüe los había llevado hasta ahí cuando todavía funcionaba.

—¿Acaso están locos? —reclamó mamá muy enojada.

—Es broma, ¿verdad? —fue la pregunta incrédula de mi prima.

—Pero, ¿quiénes se creen que son? —usó su voz más indignada la señora Katya—. ¿No van a investigar lo de las flores?

La cantidad de insultos que se pudieron escuchar en la casa durante los siguientes minutos bien hubieran podido escandalizar hasta al que inventó las palabrotas. Y tal vez hasta a Laura y a mí nos hubiera gustado usar una palabra “altisonante”, como les dice mi mamá, pero sabíamos que si ya estábamos castigadas para toda nuestra vida, bien podrían castigarnos para la próxima; además, todavía teníamos esperanzas de conseguir el perdón en cuanto todo el asunto se aclarara. Así que lo más inteligente era quedarse calladas o decir algo tan inofensivo como ¡hígados de pollo!

Todas las mujeres ahí reunidas continuaron molestas por muy buen rato. Mamá amenazó con irse a la huelga “si no se le daba al asunto la debida importancia”, como ella misma dijo. La señora Katya amenazó usar su voz más agresiva y llamar todos los días al inspector para quejarse. A mí me pareció buena idea lo de la huelga y me hubiera gustado opinar que yo también me iría a la huelga de escuela, pero sabía que no era posible y menos con la maestra Brenda ahí.

Cuando la tempestad furiosa que



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